SONETOS (2014-2015)

Choir and orchestra (3-3-3-3/4-3-3/ Harp/ Celesta-Piano/ 14-14-12-10-8). I. Suspiros tristes, lágrimas cansadas (Luis de Góngora). II. Desmayarse, atreverse, estar furioso (Lope de Vega). III. Es hielo abrasador, es fuego helado (Francisco de Quevedo). IV. Amor constante más allá de la muerte (Franciso de Quevedo). V. Puedo estar apartado, mas no ausente (Francisco de Quevedo). VI. Tras arder siempre, nunca consumirse (Francisco de Quevedo). VII. Miré los muros de la patria mía (Francisco de Quevedo). Duration: 30' . Publishing: Tritó Edicions
January 2015

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Tritó Edicions

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World Premiere: 24/02/2017. 2016/017 season of the Orquesta y Coro Nacionales de España. Auditorio Nacional, Madrid
Poems by Góngora (1), Lope de Vega (1), Quevedo (5)

             SONNET I

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a  Alcides consagradas;

mas del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano

de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.


Luis de Góngora (1561-1627)


              SONNET II

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo.
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar, fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;


creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega (1572 - 1635)


             SONNET III

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.

Francisco de Quevedo ( 1580-1645)


             SONNET IV

Cerra podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía,
hora a su afán ansioso lisjonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo


            
SONNET V

Puedo estar apartado, mas no ausente;
y en soledad, no solo; pues delante
asiste el corazón, que arde constante
en la pasión, que siempre está presente.

El que sabe estar solo entre la gente,
se sabe solo acompañar: que, amante,
la membranza de aquel bello semblante
a la imaginación se le consiente.

Yo vi hermosura y penetré la alteza
de virtud soberana en mortal velo:

adoro l'alma, admiro la belleza.

Ni yo pretendo premio ni consuelo;
que uno fuera soberbia, otro vileza:
menos me atrevo a Lisi, pues, que al cielo.

Francisco de Quevedo


             SONNET VI

Tras arder siempre, nunca consumirse,
y tras siempre llorar, nunca acosarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme,
y tras siempre vivir, jamás morirme;

después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrame,
y tras tanto dolor, nunca reírme;

en tantos laberintos, no perderme,
ni haber tras tanto olvido recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?

Antes muerto estaré que escarmentado;
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.

Francisco de Quevedo


            SONNET VII

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz del día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo